De vez en cuando me
da por pensar
en aquellos tiempos
pasados,
en la infancia de un
chiquillo
que era feliz con
poco
y poco a poco se puso
en duda
eso de qué es la
felicidad.
Recuerdo su
inocencia.
De cómo la noche en
que le dijeron
sus padres la verdad
sobre los Reyes,
él siguió creyendo
en ellos
y pensaba que era una
prueba
para ponerle a prueba
su fe
de niño pequeño.
También llegó a rezar
a un Dios que con el
tiempo desapareció
para pedirle la
paz del país,
que no faltase nada a
la familia,
y la salud de los
suyos
entre otras cosas.
Y cuando llegaron las
hormonas
siguió con sus
pensamientos anormales,
pensaba que su amor
adolescente
sentía lo mismo que
él
pero como los dos
eran tímidos
nunca llegaron a decirse
nada.
También recuerdo su
admirable fantasía.
Que se podía divertir
más con una percha
de un chaqueta que le
comprasen
que con el juguete
que anunciase la tele,
se divertía más
conduciendo
por los pasillos de
su casa
que con un famoso
trozo de plástico.
Cada día era una aventura
a las que Homero
envidiaría,
cada día era un mundo
diferente,
cada día era un
videojuego nuevo
que funcionaba sin
cables, electricidad,
mandos, ni televisión.
"Ismael Serrano- Si Peter Pan viniera"
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